viernes, 18 de febrero de 2011

La impúdica indiferencia

Muy buenas, les habla un devaluado, defraudado y engañado. Pero esto es el ahora, para saber cómo he llegado hasta aquí, me remontaré al pasado. Corría 2008, un rayo había cruzado la meta de Beijing, celebraba mi mayoría de edad, mi entrada en la “educación superior”. Esto prometía. Tampoco las tenía todas conmigo porque había escogido una carrera más bien ecléctica (Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual). Confieso, y los que me conozcan lo sabrán, que soy de naturaleza despistada. Así que, cuando empecé en la UC3M no sabía que me había inscrito en el Plan Bolonia. Pero bueno, no sonaba tan mal, íbamos a ser PIONEROS (conejillos de indias decían otros). 


El plan era claro: asignaturas divididas en hora y media de magistral y hora y media de prácticas… y librábamos los viernes. ¡Qué chollo! La carga de prácticas era abrumadora: una grupal por semana con exposiciones a las que se sumaba en muchas ocasiones una individual, controles semanales, trabajos finales, exámenes finales… y el célebre cronograma. Nos quejamos. Pero la cosa siguió más o menos igual y hasta logramos acostumbrarnos.

Llegó segundo y se dispararon los rumores y los cambios. Se habló de quitar clases… hubo sentadas, encierros, se tomó el rectorado. Se habló de una división entre los alumnos por su nota media. Surgió el concepto de “Formación Complementaria”, sin informar de que la carrera que escogiésemos no podría ser cambiada. Parecía que el “Excelentísimo y Magnífico” rector Daniel Peña estaba más perdido que un chimpancé en la Gran Vía. Las costuras de nuestro rígido plan (que no permite optativas) empezaban a descoserse. El absurdo llegó cuando tuvimos que grabar sin que nos hubieran enseñado a coger una cámara antes. Tampoco es para tanto, a fin de cuentas, somos “la crème de la créme”, capaces de cualquier cosa. Como el Atleti, por algo será.

Llegamos a tercero. Somos boloñeses de avante-garde, por lo que ya nada nos sorprende. Pero no deja de ser insólito que apenas tengamos clases magistrales. Ahora son tres o dos horas por semana que el coordinador distribuye como mejor le parece. El otro día tuve una reunión con el Vicedecano en Comunicación Audiovisual, Luis Alfonso Albornoz. Durante su intervención reconoció no confiar en el plan Bolonia y hasta confesó su nulo interés por el trabajo final de la asignatura. Tan sólo era algo para rellenar un porcentaje marcado. No es su culpa, obviamente. Lo que no entiendo es por qué tiene que rellenar con algo superfluo.

Lo que no comprendo es por qué ha habido tantos cambios, por qué nadie tiene claro hacia dónde vamos, por qué nadie es consciente de que es con nuestro futuro profesional con el que están jugando. Tal vez lo merezca por mi naturaleza despistada, por haber elegido la UC3M. Pero aún así, quiero que alguien me explique a qué viene esta Impúdica Indiferencia ante la formación de quien se supone que depende la sociedad del no tan lejano mañana.


Alberto Serrano Martín

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