jueves, 24 de febrero de 2011

Tetrapolaridad bibliotecaria

Lo reconozco.  Sufro un grave trastorno de doble personalidad. No. No es una bipolaridad convencional. Tetrapolaridad. Sí. Creo que ese término es más adecuado. Estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual y a veces Humanidades y, lo más grave, últimamente me ha dado por la medicina.
              
Debo ser la futura doctora más interesada del mundo en las teorías realistas del cine y los mensajes y masajes de McLuhan, porque paso más tiempo en la Biblioteca de Ciencias de la Información de la Complutense, que en la de la mi propia universidad.
            
Con Bolonia las lecturas y las prácticas se han multiplicado y con ellas las voraces fieras que corren a la biblioteca en cuento escuchan   “para la semana que viene hay que leer…”. Pero, ¿la biblioteca tiene infraestructuras suficientes para atender a lo que se exige? A veces, la tarea de encontrar un libro de una semana para otra resulta imposible y algunos, optamos por camuflarnos como estudiantes de la competencia para acceder a los codiciados libros.
            
 Sin menospreciar el préstamo interbibliotecario y las compras que hace la Biblioteca de Humanidades que, como ya explicaba Jose Carlos Sánchez Jover, se están reduciendo por los problemas económicos de la Administración, el trabajo que se pide al alumno es insostenible con las actuales infraestructuras. Los alumnos acuden a medidas de dudosa legalidad para conseguir en poco tiempo las bibliografías necesarias para las asignaturas, y no debería ser así.
            
Hay que aumentar el número de ejemplares, comprar libros sobre nuevos temas, ampliar la oferta de la filmoteca, y hacer más accesible el préstamo de revistas y otros recursos de hemeroteca. Sin recursos poco se puede hacer por la formación individual  y práctica que tanto ansían los promotores del sistema de Bolonia.
           
Recordemos el artículo de Jose Carlos: “¡Oh, Faraón! ¿Para qué tanto edificio si no tendremos libros con los que llenarlos?”. Más valdría poner un servicio de carnets falsos para que los alumnos pudieran sacar libros de la Complutense. 



Ana Pérez López

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