miércoles, 9 de marzo de 2011

La eficiencia de Bolonia

El milagro de Bolonia será el de hacer de nuestra generación la generación del pleno empleo, la que acabe con un estigma que lleva persiguiendo a los estudiantes españoles desde la LOGSE, por no remontarnos más atrás. Se ha intentado adaptarse al modelo europeo, el modelo del éxito, el modelo que ha llevado a las más prestigiosas universidades europeas a ser las primeras del viejo continente. Todo esto se ha intentado hacer con Bolonia. O eso nos dijeron.          

 Mucha gente ha acogido con indignación sus planes de estudio, a los que achacan, entre otros atributos, el de ser responsables directos de “la mercantilización de la universidad”. Se ha llegado a decir que Bolonia es, más que ninguna otra cosa, un instrumento al servicio de las empresas, últimas responsables del ascenso profesional de los estudiantes. Pero, pese a sus pros y sus contras, Bolonia se ha implantado. Y lo ha hecho a distintos ritmos, con “la promoción del grado” en la totalidad de su oferta desde 2008, lo que permite hacer balance de la propuesta en esta universidad.

Lamentablemente, la sensación de fracaso es evidente, al menos en la Universidad Carlos III de Madrid. Las licenciaturas tienen una mayor carga lectiva en clase mientras que en los grados se apuesta por una enseñanza a medio camino entre la autodidacta y la clásica. La carga lectiva por asignatura es de tres horas semanales; este año, no obstante, se ha apostado por reducir el tiempo de muchas asignaturas a dos horas. Una muestra más de la deseducación que ejerce nuestra universidad. La mayoría de las clases enseñan lo “justo” y no permiten un seguimiento personalizado del alumno, cuya situación de esclavitud que denunciaba otro devaluado, aplasta su afán de conocer en profundidad la materia. Una disminución de las horas de clase no es más que una marcha atrás en la educación universitaria. 

Es innegable que el hecho de ser la primera universidad española en adaptarse por completo al grado supuso un avance y un esfuerzo colectivo de primer orden. Sin embargo, con las mismas, ese intento y esfuerzo no supo rentabilizarse en la medida en que se hicieron las cosas a prisa y corriendo. En estos tres años de grado se ha visto una completa improvisación por parte del profesorado y del Rectorado. Esa continua sensación de nueva invención, de que una pregunta indiscreta destapará que el profesor conoce el plan de estudios (y su razón de ser) tan poco como tú es la pura devaluación, la eterna quemazón de pensar que no se lo toman en serio. Nos hicimos boloñeses sólo para decir que lo hicimos. Bolonia, sí; de calidad, también.


Martín Villares Ogaza

1 comentario:

  1. ¿Autodidacta? ¿yo? ¿cuándo?

    El grado es un compendio de mentiras. ¿Desde cuando la educación de calidad está relacionada inversamente con el número de horas de clase?

    Para quien no lo sepa, estudiar un grado en la UC3M consiste en trabajar a destajo, sin levantar cabeza, durante exactamente dos meses y medio, casi tres, y cuando, sorprendentemente, uno de tus profesores anuncie que es el último día de clase, correrás desesperadamente a ampliar el escaso temario del que te han provisto, o en el peor de los casos, buscarás cualquier clase de teoría que puedas prepararte para un examen que... ¿cómo? ¿la semana que viene?

    Y el doble grado es otro mundo aparte, claro. Muy paradójico lo del doble grado también.

    Estudiante de segundo de perycom.

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