martes, 1 de marzo de 2011

Cantinela de la excelencia

¿Qué universidad ofrece, señor candidato? Aquella pensada “para facilitar tu avance”, dice. Le faltó añadir en el ranking de la vida. Sin embargo, su equipo optó por subtitularlo con “hacia una universidad europea de excelencia”.

No obstante, el avance no es tal y la europeización se ha revelado como una simple máscara de lo anglosajón. Así, durante estos cuatro años, hemos podido asistir a más de una intentona para avanzar  en este, su peculiar Harvard, o más bien, su paródico Harvard. ¿O acaso ya nadie se acuerda del Grado de Honores, que en la práctica resultaba una sobretasa mediante créditos a fin de permitirte una titulación excelente? En ese momento se dejó claro que las que se anunciaban en los paneles del metro, las que cursamos, no lo eran y sí las que podías renegociar una vez empezada la carrera.

Por otro lado, nuevas promesas como las Student’s Union que menciona en su programa, “al modelo anglosajón”, amenazan con convertirse en un nuevo acto de este sainete. Y es que aquí, en estos cuatro años, han fallado las formas, el cómo se hacen las cosas. 

Pero, ojo, pues el que avisa no es traidor. Y nuestro Magnífico ya se tomó la molestia en Propuestas para la reforma de la universidad española (Fundación Alternativas, 2010) al enunciar que la “cultura del debate y el consenso” dificulta “implementar cambios operativos”, pues “es previsible que el proceso consensuado de decisiones requiera un enorme tiempo de negociaciones y compromisos, que impidan decisiones valientes, pero necesarias.”.

El Rectorísimo concibe así un sistema de gobierno basado en lo que denomina, sin eufemismo alguno, “legitimidad única”. La idea consiste en que “una vez nombrado el rector, por el procedimiento que se determine, este designa a los restantes cargos académicos”. Gráficamente es él arriba, sus allegados abajo y  el resto hundidos, bien al fondo.

Aquí no hay vuelta de hoja: el debate es un problema, una lacra. ¿La solución? Purgarlo, eliminarlo. Molesta el sistema de contrapoderes que se establece. El valor debe ser del rectorado, no de otros. 

En consecuencia, la presencia del resto de la comunidad universitaria, como por ejemplo los estudiantes, se reduce a lo que ese designador decida. La capacidad de decisión (y participación) se convierte en una limosna. “Reforzaremos la presencia de los estudiantes en las Comisiones Académicas para la mejora de la docencia” se traduce en “Este año estoy un poco más solidario y he decidido ser caritativo.”.

Quizá sea el nuevo ingrediente, definitivo, de la fórmula UC3M. La puntilla que le faltaba a los grandes carteles y eslóganes. ¿Se imaginan uno como los de ahora, pero con su foto y que rece “Ahora decido yo; sólo yo”? La sensación que evoca es similar a escuchar en una misma frase las palabras excelencia y flexibilidad juntas. Uno se siente casi maniatado por las bandas azules que tanto velan por la imagen  (corporativa) de la UC3M.

Y en esas estamos; en la cantinela de la excelencia. Pero tranquilos, aún queda función.             



Jose Carlos Sánchez Jover

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